sábado, septiembre 05, 2009

Solidaridad encubierta, Sonia, 26 de julio de 2009.

Siempre supe que no tenía futuro en el diario a menos que mis opiniones adquiriesen el suficiente compromiso y la valentía de seguir investigando el destino de los fondos solidarios. Hacía muchos años que me especializaba en el tema y era bueno en lo mío. Pero algo había en mi personalidad que me impedía trascender, dar a conocer la verdad, parecía temer dar la cara...



Un buen día recibí el llamado de Guillermina Forchia, la mujer de un senador por la provincia de San Juan. Guillermina era una mujer aún joven que no había tenido hijos por lo que se había dedicado tiempo completo a la ayuda social. Si bien parecía ser una mujer tranquila, tenía agallas, era ambiciosa y muy expeditiva. Mientras el marido viajaba a Buenos Aires y ocupaba su banca en el Congreso, ella utilizaba la oficina de él en la provincia y desde allí trabajaba con escuelas, hogares y redes solidarias. Estando allí pudo descubrir algunos asuntos turbios respecto de los fondos destinados a la ayuda social. La relación con su marido empezó a ser tensa y cuando Guillermina trataba de entrometerse en sus asuntos él se molestaba y la ignoraba con extrema indiferencia. Pasaba el tiempo y la mujer comenzó a inquietarse. Después de meditar el tema y con mucha desilusión decidió esclarecer sus dudas...
- Gracias por su tiempo, señor Miller, sigo sus notas fielmente hace años y tengo información que puede servirle. En mi provincia todos me conocen y aquí no pasaré inadvertida, así que he decidido viajar a Buenos Aires.
- Muy bien señora, valoro muchísimo su confianza y la espero mañana a esa hora donde acordamos. Buen viaje.
Pensé que ese inesperado llamado era una señal para animarme y me ilusioné con el inminente encuentro.
Era un lunes de viento y lluvia. Tanto así que el mozo que nos atendió nos tuvo que advertir que cambiásemos de mesa por temor a que el granizo que anunciaba el alerta meteorológico, se adueñara de la ventana y provocara un desastre.
- Qué día para viajar, ¿no? Me preocupa mi regreso Ariel...imagínese si Aeroparque decide cerrar...
- No se preocupe señora, ya verá que es transitorio, como todo en esta vida, contesté tratando de romper el hielo.
Unos minutos mas tarde luego de intercambiar algunas opiniones sobre temas poco trascendentes, Guillermina terminó de beber su taza de té. La calle estaba completamente inundada. Los vidrios empañados dificultaban la visión hacia fuera. No quise apurarla, sabía que era mejor ir llevando la conversación desde los triviales acontecimientos sociales de la semana hasta el tema mismo del encuentro. Estaba cerca...
De pronto, una combi blanca impactó contra la puerta de entrada del bar “El Círculo” y todos los concurrentes se movilizaron hacia la puerta con temerosa curiosidad. Guillermina se sumó al grupo y me levanté y la seguí. Gritos y empujones me fueron arrastrando entre el tumulto casi, sin darme cuenta...




Pasaron algunos meses, cuántos, no sé. Me dijeron al salir que era lunes, igual que el último día que me recuerdo consciente...aquella tarde junto a Guillermina. No sé bien quién me quitó la libertad, quien me mandó a un calabozo ni porqué. Aquella tarde lluviosa me golpearon y perdí el conocimiento. Cuando lo recobré me rodeaban las rejas de un cuarto oscuro y húmedo. Se que recibí algunas visitas, que me hicieron hablar....
Un hombre uniformado me empujó hacia un pasillo, luego abrió una puerta gris y me despidió. Apenas vi la luz , apareció una mujer que me esperaba con un libro en la mano. A pesar de tener los ojos irritados y de no estar muy lúcido pude leer: “La historia que no le pude contar a Ariel Miller” , Guillermina Forchia. Eso me indicó que nunca debí perder las esperanzas, que el caso de la estafa de los fondos solidarios podría salir a la luz aún en la penumbra de mi ser, a pesar de mi cobardía pero con mi nombre...

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