martes, mayo 05, 2009

TARDE CHINA


Atormentada con la mitad del cerebro “que se le parte”, decide entrar en el boliche de Ángela como ella lo llama. Se trata de un local pequeño, modesto pero con un plus frente a los otros del barrio chino: tiene el consultorio multipropósito a la vista. Y eso es mucho.
Ángela, la masajista, dietóloga, psicóloga, traumatóloga, y lo que venga a la hora de diagnosticar y curar dolencias, la recibe con una sonrisa. Se ha cortado el pelo que por cierto le queda muy bien. En las sillas de cromado y cuerina negra que se encuentran alineadas mirando hacia la vereda, descansan sus pesares mujeres occidentales de mediana edad. Esperan sin ansiedad su turno. El aire es pesadamente acogedor.
Sin embargo, Ángela le indica a la joven mujer de la que les hablo, que se recueste boca abajo en una especie de silla diseñada para masajes cervicales. Alguna vez las he visto en aeropuertos y en centros comerciales.
Todo transcurre allí, a la vista de los transeúntes de un domingo de otoño en la ciudad de Buenos Aires. Sus manos poderosas y sus codos incisivos recorren la espalda de la mujer. Desde el huesito dulce hasta el cuello. Ángela toma una banda elástica del escritorio que esta próximo a ella y le sujeta el pelo. Lo hace con extrema delicadeza. Le miro las manos: son bellísimas.
La paciente no habla pero respira profundamente cuando Ángela hace mayor presión en su piel. Tiene los ojos cerrados y parece estar relajada. En la sala entra y sale gente continuamente, diálogos incomprensibles entre Angela y Fanny (su socia) se suceden entre risas cómplices y burlonas. Me pregunto qué dirán, no entiendo nada del idioma chino. Si bien el local tiene algo de sordido, es atractivo. Una mujer entra e interrumpe a Ángela argumentando que “se levantó entumecida”. ¿Cómo podría la masajista china entender esa palabra?. Pero le responde con seguridad: “señola esta mal, muy mal pelo vamo a tratal con acupuntura...Ahola no tengo tulno”.
Deja descansar a su paciente y le da una tarjeta a la mujer indicándole de modo imperativo que llame y pida turno. La clienta en potencia la toma y bajando la cabeza, asiente. Se va en paz, sabiendo que hay alguien que la puede ayudar.
Acto seguido suena el celular de Ángela. Otra vez interrumpe el masaje pero solo de un lado pues con la mano derecha mantiene una conversación y con la otra sigue vapuleando a la mujer.
- “¿Cómo ta? ¿Todo bien, vo?”.
- Toy trabajando, sino no comel, mañana vení”.
Por la sonrisa y el rubor de su cara percibo que habla con un candidato que no es chino. El le pide que le mande un beso con ruido y todo: ella lo hace y cuelga.



Pasó media hora y la masajeada se levanta, se acomoda un poco el pelo, paga, le da un beso a Ángela y la felicita por el corte de pelo. Le dice que con él tendrá muchos novios argentinos. Ella se sonroja y le dice que no, que el señor que está repartiendo volantes ahí, muy cerquita en la vereda, es el marido...



Sonia, 26 de abril de 2009.

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