martes, agosto 26, 2008

Para Kechi, Lucrecia Lucantis de Chaillou, 5/07/08.

Hace veinte años...decidí ir a tu encuentro. Para ello, me subí a un ómnibus en Retiro y en una noche llegué a San Francisco, Córdoba. Allí estabas visitando a tu hermano, Alejandro Lucantis.
Fue instantáneo, tu delicada figura me llevó a quererte sin preámbulo. Vi en vos una mujer fuerte pero extremadamente femenina y delicada. Tus profundos ojos marrones me invitaron a acercarme esquivando a tíos, primos y sobrinos que efusivamente recibían a “Sonia de Buenos Aires”. Al cabo de unas horas sentí la necesidad de pasar mucho tiempo a tu lado, escuchándote, contándote...te interesaste mucho por mi trabajo en la Secretaría de Cultura. Y te reías con mis historias acerca de los días al lado de Julio Bárbaro.
Me contaste que vivías en Santiago del Estero, que te habías casado muy joven y que tenías dos hijos. Recreaste tu infancia en Belgrano, cuando pasabas muchas horas en casa de mi abuela.
Mi visita fue de un día pues a la noche me tomé el bus de regreso.
Ya Sonia tenía adentro de su corazón a Lucrecia y nada volvería a ser como antes.

Pasaron algunos meses y decidí ir a verla a Santiago. Mi madre me advirtió que Lucrecia y su familia no gozaban de una buena situación económica por lo que no me anuncié mucho. Llegué un sábado al mediodía y con hotel reservado. No quería molestarlos.
El encuentro fue muy emocionante...nadie la había ido a visitar al interior desde que ella había dejado Buenos Aires a los veinte años. Me di cuenta de que estaba algo nerviosa. La casa era amplia y digna. Las bibliotecas estaban repletas de libros y de revistas. Eso me confirmó que Kechi era una gran lectora, característica que percibí en la charla en Córdoba. Ella había dispuesto todo para recibirme. Ese día hacía treinta y muchos grados de temperatura y sin embargo, sentí esa brisa de la felicidad pura, de los instantes que nos hacen agradecer a Dios el estar, el ser.
Miramos fotos y nos contamos muchas cosas hasta el atardecer, momento en que decidimos ir a la Iglesia. Todo el mundo la saludaba con respeto y con amabilidad. Ella, tomada de mi brazo, me contaba historias antiguas de pobladores de la provincia, de amores clandestinos...La volví a sentir dentro de mi corazón, ahora viéndola en su ámbito, junto a los suyos...
No dormí en toda la noche recreando ese día maravilloso, esperando la hora prudente para caminar hacia la casa de Lucrecia.
Allí me esperaba el desayuno más delicioso que jamás haya tenido. La mesa puesta impecablemente, la vajilla, los scons, las tostaditas, los dulces. Todo hecho por ella. La mantelería blanca e impecable.
Al mediodía regresé a Buenos Aires, como se regresa de un viaje, habiendo conocido la otra orilla, sabiendo que Lucrecia y yo ya éramos una para siempre.


Hace un rato la llamé a Santiago. Hacía algunos meses que no conversábamos. Y hace veinte años que la fui a ver.
¡Cuánta alegría sentí al escuchar su voz, al saber que la tengo, que me tiene...!
Hablamos hasta por los codos sin dejar casi tema afuera . Es graciosa, ocurrente y sumamente inteligente. Y casualmente, ¡me preguntó por Julio Bárbaro!...como hace veinte años.

A veces me dan ganas de tomar un avión a Santiago y sorprenderla nuevamente...se lo he insinuado muchas veces y he sabido respetar que ella quiere mantener las cosas así. Seguramente por pudor, por dignidad...no lo sé. También le he ofrecido venir a Buenos Aires pero no ha aceptado y no quise insistir.
Pero siempre está presente en mis actos, en mis días, en mis decisiones. Le escribo muy a menudo y la tengo al tanto de mi vida. Ella, en cambio con gran esfuerzo me llama por teléfono. También va conmigo a todas partes, pues soy un poco lo que ella es. Hay un lugar en especial al que vamos juntas a pesar de la distancia: y es a Villa Ocampo. Porque es ahí, en ese lugar que Lucrecia si deja Santiago para recorrer esa casa de punta a punta desplegando todo su encanto y estilo.

1 comentario:

IPEM 285 dijo...

Hola Sonia

Que alegria que escribas sobre la querida Tia Totó. Desde las sierras de cordoba me da mucha alegría leer tu sentir hacia una persona bellisima
saludos
rafael