
El hombre que hacía pocas horas discutía con sus pares en su estudio jurídico, salió a la esquina a tomar aire. Estaba cansado de las idas y venidas de aquella negociación que llevaba un año en suspenso.
Dobló a la derecha, un mundo de gente se encontraba frente a la casa de remates.
Curiosamente distraído, entró en el lugar como pudo, pues estaba repleto.
Facundo perdió totalmente la noción de tiempo. Sus colegas quedaron en el olvido y el tan tedioso contrato se esfumó por la barranca de Retiro, en donde tenia su estudio.
Todos los asistentes parloteaban entre si...aunque la mayor actividad era mirar y ser mirado.
- Diferente el ambiente de los artistas, se dijo Facundo. – Yo me quedo acá y al diablo con el contrato.
Esquivó las piernas de varias mujeres que estaban sentadas en el recinto, y se acomodó en una silla que milagrosamente había quedado libre.
Facundo era un hombre impecable, siempre había sido distinguido por esa característica. Esa tarde, vestía un traje oscuro y una camisa tan blanca que encandilaba. Aquella silla miserable no era acorde a semejante porte.
Al fin, un setentón de aspecto aristocrático dio comienzo al remate.
Facundo había llegado tarde por lo que no tenía el catálogo y eso lo seducía más aún. Vivía esperando sorpresas. Pensaba que de eso se trataba la vida...¿qué se remataría esa nochecita de primavera?, pensó.
- Exquisito juego de porcelana inglesa del siglo dieciocho, ¿qué les parece, no es una maravilla?...La base son setecientos dólares. Sí, nada más que setecientos, ¿setecientos cincuenta?...
Y así, una feroz competencia de manos y gestos terminaron por otorgar dicho juego a una anciana cubierta en joyas que con voz ronca había peleado por él.
Primero los objetos, luego las pinturas...- pensaba Facundo, que para ese entonces ya se encontraba mareado de tantas escaladas y descensos de piezas del pedestal, que decía en su frente: Ramos S.A.
El clima era ensordecedor y Facundo estaba impaciente por las pinturas. Había escuchado que se remataba un Berni. Y a él le encantaba el pintor rosarino.
De pronto, de manera inexplicable, los objetos de distinta procedencia y estilo que había visto, fueron aplastados por la exhibición de una pieza de alabastro.
Sobre el pedestal de madera, una figura deliciosa y arrogante se posaba temblorosa.
- Se levantó sin ningún cuidado de la silla y caminó hacia el frente.
- Una pieza francesa de Maurice Roupal , circa 1900, “Marina y sus sueños”, Base:
tres mil quinientos dólares, no se la puede perder nadie.
Facundo se dio vuelta hacia la sala buscando brazos que se levantasen para ver que sucedería, qué manos acariciarían luego la exquisita pieza.
En medio del tironeo, los ojos de Facundo se encontraron con los de un comprador, que, sentado en la última fila, lo desafiaba con la mirada.
- Cinco mil, dijo el joven ejecutivo en voz bien alta.
-¿Cinco mil quinientos? Cinco mil quinientos dólares por la pieza más linda de nuestra colección de objetos. Vamos, ¿y ud. señor, el que se paró, no la quiere por un poco más?
Facundo era un hombre muy decidido...
- Ocho mil. Pago ocho mil dólares por ella, exclamó firmemente como si estuviese en un Tribunal.
El rematador miró a los contrinciantes, echó una ojeada por la sala y sonriente, con sus ajados cachetes colorados de la emoción, exclamó:
- Los sueños de Marina son ahora suyos, señor.¿Sus iniciales?
- F., F.A.
Facundo se despertó y ni siquiera había podido admirar el Berni. Pasó por su estudio, tomó la agenda y buscó desesperadamente en ella el nombre de alguna mujer llamada Marina...
1 comentario:
siempre es un placer encontrar a marina,
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