miércoles, junio 07, 2006

La Suegra

Francisco y Helena se habían conocido hace un año en un curso.
Ahora ya eran novios y estaban pasando por esa etapa, digamos, terrorífica, de presentar a ambas familias.
Ese domingo de otoño, estaban invitados a almorzar los ravioles de la madre de Fran, “únicos, por supuesto”.
- “La re...yo que hago dieta para poder calzarme el vestido de novia, tener que comer ravioles, ufa,” pensó Helena mientras Francisco no dejaba de contarle lo feliz que estaría Matilde, su madre si ella repetía el plato.
Cuando Matilde abrió la puerta de madera de la vieja pero impecable casita de la calle Cuba, Helena supo que su suegrita querida, era una arpía.
- “Buen día, señora, un placer conocerla (qué vieja de mierda, ¿qué hago acá?)”
- “Buen día preciosa, pasá nomás (pasá nomás que ya te odio porque tenés puesta la bufandita que yo le tejí al nene)”.
En la mesa no podían caber más cosas. La tal Matilde, había puesto un mantel floreado de plástico de esos que nunca pierden el olor, unos individuales a cuadros encima, platos, cubiertos, una canastita con flores artificiales y no sé qué más.
- “Bueno querida, dijo la madre de Fran, espero que te gusten mis ravioles, son mi especialidad y ahora que ustedes van a formar una familia, todos los domingos los esperaré para el almuerzo. ¿No, bebé?”
El padre de Francisco había muerto hace varios años, y Matilde no tenía más hijos. Vivía conmigo, que para todos, era una especie de perro con aires de gato.
Para Matilde, entonces, los domingos con su “bebé”, eran sagrados.
Cuando Helena terminó de llevarse el primer bocado a la boca, aparte de culpa por romper su dieta sintió que una caldera estallaba dentro de su boca. Odiaba el ajo, y la salsa era noventa por ciento ajo.
“Vieja de mier...¡no lo puedo creer! Yo esto no lo como ni que me maten...”
- Qué te parecen mi nuerita adorada?
“Un vómito...¿qué me van a parecer?” - Una delicia, señora, y la salsita muy suave.
Francisco comía sin parar y halagaba una y otra vez a su mamá diciéndole: mami, como tus ravioles no hay, no hay caso. Con Helena siempre pedimos comida hecha y la verdad es que es un asco.
“Estúpido, qué decís? Para colmo, ¡me quemás con tu mamita!”
De esta manera, el supuestamente feliz almuerzo de los domingos, transcurrió tan lenta y pesadamente que Helena se planteó seriamente si le convenía casarse legalmente con Fran o simplemente convivir con él. “Al no haber papeles de por medio, tal vez la vieja no me joda”.
La levantada de platos fue un verdadero martirio. Matilde comenzó a encimar un plato con otro y claro, algo de la picante salsa de tomate se le chorreó encima del pantalón beige, que la semana anterior había comprado Helena en una de las boutiques más caras que había en el centro comercial de la zona.
“La re...que pe... esta mi...” - Todo bien Matilde, permiso tiene un trapo húmedo por ahí?
Ahora la jodo a ésta...ese trapito tiene lavandina, chau pantalón, rica - Si, mi amor, en la pileta hay uno amarillito que está impecable, lo acabo de estrenar.
Helena mojó una punta del trapo y con esmero refregó bien el pantalón. Sus piernas temblaron mientras sentía que el “trapito” le perforaba la pana y la humedad tocaba su muslo. La lavandina había hecho estragos con el pantalón.
- Ayyyy qué horror, gritó Matilde. “Eso te pasa por pende...metida, ¿qué te pensás que porque tenés ese cuerpito y podés ponerte pantalón claro me vas a sacar a mi criatura?”
A estas alturas Francisco comenzó a darse cuenta de que el ganado no se mezcla pero qué podía hacer...Matilde era su primera mujer, su madre adorada, y Helena era la mujer que estaría con él hasta el final. Aunque no advertía que el final se acercaba.
Abrazaba de un lado a Helena, intentando consolarla, y del otro a Matilde, quien juraba no saber que en la pileta había lavandina...
Y llegó la hora del postre. Matilde con una mueca falsa de pesar, anunció:- y ahora: los mejores panqueques de dulce de leche.
En una bandeja requetecargada de adornitos de cerámica en el borde, sirvió los famosos panqueques.
Matilde había confeccionado un cartelito de bienvenida para clavar en el de Helena.
“Esta flaca anoréxica seguro que quiere el más chico”. - Tomá querida, esperá que va con sorpresita. Y buscó el cartel. Le costó encontrarlo, hasta que lo halló en la mesada de la cocina atrás de otros bártulos que habían quedado mientras preparaba la comida.
En el ínterin, Francisco, ya cansado de la mala onda reinante, cambió el plato de su novia por el de Matilde, que estaba más quemadito, como le gustaban a Helena. Quería que su novia terminara bien la velada.
Luego puso el plato de Helena con el panqueque pequeño en el lugar de su madre.
Matilde incrustó con sonrisa maliciosa el tan nombrado cartoncito.
- Ay que atenta Matilde, es precioso su cartelito. “qué mal gusto, es espantoso...aparte la bestia escribió Helena sin H, es una tarada, podía haber averiguado”.
Fran permanecía callado, el aire se cortaba con cuchillo.
Matilde, abriendo su bocaza cual pez en un acuario, se llevó el primer bocado a la boca. Pero éste salió despedido en forma de cohete hacia el centro floral espantoso de la mesa.
Helena desconcertada, no supo más que reírse y le preguntó qué le pasaba.
Matilde, agarró el primer vaso que encontrá y se sirvió agua.
Su cara expresaba rabia, mucha rabia.
Francisco se levantó, se puso la campera y les dijo desde atrás de su silla:
“No se quién es peor de las dos. Vamos, Helena.
Ella, con el pantalón destrozado, le hizo un gesto de “y ...mala suerte” con la cara y el cuerpo y le dijo a su novio:
- Vos cambiaste los platos, Fran.
Y yo, el gatiperro, a quien nadie atacó, desparramando pelos sobre el sofá de tela búlgara envejecida, rumié:“Jodéte vieja loca, ¿quién te manda a ponerle savora al panqueque de la pobre chica?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

impecable y divertido como todos tus escritos. GENIAL!!

Anónimo dijo...

Ja ja ja! Gracias So por poner una sonrisa en mi boca esta mañana. Te quiero mucho! Ximi

Anónimo dijo...

Muy bueno So!!!! Me morí de risa en esta tarde de frio.
Besotes Te quiero, Pau

Anónimo dijo...

Muy bueno So!!!! Me morí de risa en esta tarde de frio.
Besotes Te quiero, Pau